-
¿Hash vishto la pelicula esha que eshtán poniendo en el cine? Creo que she
llama casha vampirosh. Pinta bashtante bien. – comentó Simon mientras se comía
apresuradamente un bocadillo de tortilla.
-
No. – contesté, perdida entre mis pensamientos. Lo último que me apetecía era
ponerme a hablar de cine con Simon. En cierta forma, no me apetecía hablar con
nadie.
-
¿Todavía eshtash penshando en esho? – preguntó inquieto.
Le
miré, molesta. Mientras me ponía rígida, como movida por un muelle.
-
Tú no eres el que ha tenido que besar a un desconocido. Creo que tengo derecho
a no querer hablar del tema. – le eché
en cara.
Su
expresión pareció dolida.
Sentí
como la culpa caía sobre mí de nuevo. Acababa de volver a hacerlo.
Siempre
estaba hiriéndole sin darme cuenta. Para él también había sido duro aquel
encontronazo. No debería hablarle así.
-
Lo siento. – dije, avergonzada.
No
me gustaba tomarla con Simon, pero aquel día no estaba de buen humor para nada.
-
No pasha nada. – se terminó el bocadillo y quitó los restos de tortilla de las
comisuras de la boca.
Se
inclinó hacia mí y me agarró por el hombro, pegándome un pequeño apretón de
consuelo.
Sonreí
y recosté mi cabeza contra su brazo, dejando que el sol bañara mi cara. Inspiré
profundamente su agradable aroma y me serené, lentamente.
-
No tendrías que haberlo hecho. – comentó, mientras, lentamente me apartaba de
sí.
Le
miré fijamente.
Y
recordé algo que había pasado hacía mucho tiempo.
-
¿Te acuerdas de aquella vez, hace tres años, cuando Renata me tiró del pelo y
quiso que me cayera de cabeza al barro? – le pregunté, aún sabiendo que lo
recordaría perfectamente.
Sonrió,
perdido entre los recuerdos.
-
¿Cómo olvidarlo? Acabó con siete puntos en el ojo derecho por tu culpa. Bueno,
aunque ese gancho no sé quién te lo enseñó. – soltó una risotada al aire.
Me
reí, recordando como le había hecho una llave que me había estado enseñando el
día anterior Jonás (solo por diversión, no era que Jonás me enseñara defensa
personal) y sin quererlo, Renata había caído de bruces contra la esquina de un
bordillo y había tenido que ir derecha al hospital.
-
Eso no estuvo bien – me reproché a mi misma, a pesar de que no había podido
sentirme mal por lo sucedido con Renata.
-
¿Qué no estuvo bien? – Protestó Simon – Fue increíble. Renata se estampó contra
el suelo. ¡ZAS! – con las manos hizo como si uno de sus puños se estampara
contra el otro.
Le
miré, divertida. Aunque intentaba
parecer enfadada.
-
Lo que quería decirte es que aquel día, cuando los padres de Renata vinieron a
gritarme, tú dijiste que habías sido el que había tirado a Renata, para que no
me castigaran a mí. – murmuré. Hasta hoy, no había logrado entender por qué
había hecho eso Simon.
-
Lo recuerdo. - farfulló, con fingido terror – Me castigaron dos semanas sin
leer manga ni ver anime, sin ordenador… ¡Dos semanas! – abrió los ojos
desmesuradamente - ¡Y mi madre me obligó a limpiar la casa durante un año
entero! Porque decía que si pegaba a una chica, tenía que apechugar con las
consecuencias. Y, cómo no, quiso hacerme sentir como una chica. – frunció el
ceño.
-
Limpiar no es solo una tarea femenina, Sim. Podrías hacerlo más a menudo. – le
reproché.
-
Bah, paso. Que lo haga mi madre. – contestó.
Me
reí y me acerqué más a Simon.
-
Ahora te he devuelto el favor. – dije, mientras agarraba su mano.
Simon
pareció ruborizarse hasta la raíz del cabello. Sin embargo, me empezó a
acariciar la cabeza.
Cerré
los ojos, disfrutando del momento.
Quité
mi mano de encima de la suya y comencé a juguetear con un mechón de su pelo.
-
Eres como un hermano para mí, Simon. ¿Lo sabías? – murmuré, con una sonrisa en
los labios.
Simon
se estremeció casi imperceptiblemente.
-
Eso no le va a gustar a Harry. – contestó burlón, aunque la alegría no le llegó
a los ojos.
-
Harry es mi hermano pequeño y lo quiero muchísimo, más de lo que él se imagina,
pero tú eres mi mejor amigo. Es más, creo que eres el único amigo verdadero que
tengo. – fui sincera al decirlo. En realidad, no tenía muchos amigos a parte de
Simon. O al menos no creía que ellos me consideraran su amiga, dado que nunca
los llamaba ni quedaba con ellos. Solo hablábamos en clase.
La
respiración de Simon falló un momento y después volvió a su ritmo habitual.
-
Tú también eres mi mejor amiga, Dana. Pero eso ya lo sabes. – me revolvió el
pelo.
Le
dirigí una mirada iracunda.
-
No. Me. Toques. El. Pelo. – enfaticé.
Simon
soltó una carcajada y me tiró de un mechón.
-
Acabas de firmar tu sentencia de muerte. – murmuré, mientras me lanzaba sobre
él, haciéndole cosquillas en los lugares donde sabía que no podría resistirlas.
-
Para… jajaja… por… jajaja… favor. – casi no se le entendía mientras se reía.
Finalmente
le solté.
-
Paro porque me das penita. – le dije.
Simon
alzó una ceja, haciendo que me entraran instintos asesinos contra él. ¿Por qué
todo el mundo podía hacerlo y yo no? Lo peor era que él sabía que me estaba
chinchando.
Levanté
una mano e hice como si le hiciera cosquillas al aire, advirtiéndole.
Bajó
la ceja rápidamente.
Solté
una risotada y le abracé.
-
Hay que ver, pareces un gato montés, pero en realidad eres un osito amoroso
relleno de gominolas. – farfulló.
Le
volví a soltar. Mientras abría los ojos.
-
Puedo volver a sacar las uñas si quieres. – le desafié.
Se
revolvió el flequillo, fingiendo no haberme oído.
Salté
del saliente en el que nos habíamos sentado para almorzar.
Simon
me imitó al instante, aunque a él le costó más dado que había estado
desparramado hasta entonces.
-
¿Ahora qué te toca? – pregunté.
-
Ética. – dijo con fastidio y le recorrió un escalofrío.
Simon
odiaba al profesor de ética. Aunque por suerte (o desgracia para él) el odio
era mutuo.
-
¿Y a ti?
-
Gimnasia. – resoplé con fastidio.
-
Pues estamos bien. – agregó divertido.
El
primer año de instituto Simon y yo habíamos ido a la misma clase, al igual que
al segundo y en el tercero. Pero en este curso nos habían separado, cada uno
por su lado.
Pateé
un guijarro, que vaya a saber cómo llegó al patio del instituto.
-
¿Tú qué carrera vas a seguir? – preguntó entonces Simon, como si tal cosa.
Era
extraño, pero él no me lo había preguntado nunca antes.
-
Bellas Artes. ¿Y tú?
-
Yo creo que quiero ser médico, pero aún no lo tengo muy seguro. Tal vez encuentre
mi talento como pintor. – ensanchó su sonrisa, mostrando toda su dentadura.
Fingiendo inocencia.
Emití
una risotada. Desde luego Simon no sería pintor. Era un completo desastre
dibujando.
Me
miró, seriamente y sin poder evitarlo, empezamos a reír juntos.
De
pronto vi algo que me heló la sonrisa en los labios.
Jack
estaba a unos pocos metros, recostado contra una pared, mientras Renata
coqueteaba con él.
Sentí
una punzada en la sien, no supe a qué se debía, pero lo más probable fuese que
a la rabia.
Simon
siguió mi mirada y abrió desmesuradamente sus ojos al observar lo mismo que yo.
-
Mira por donde Renata ha encontrado su pareja ideal. – dijo, en un tono
divertido.
Sin
embargo, yo no pude reír su gracia. Sentí mi corazón empequeñecer un instante en
mi pecho, casi dolorosamente.
Chasqueé
la lengua, con enfado.
-
Desde luego. Tal para cual. Podríamos escribir un ensayo sobre ellos. La mujer
con cara de rata que le entregó su corazón al ladrón de mochilas. – no quise
agregar << y de besos >>, pero lo pensé.
-
Déjalo, no vale la pena malgastar papel por ellos. – respondió Simon, aunque le
hizo gracia mi ocurrencia.
De
pronto Renata dirigió su mirada hacia mí. ¡Maldición!
Me
sonrió burlona, mientras agarraba la mano de Jack y comenzaba a caminar hacia
nosotros.
Definitivamente
si aquello era por culpa del karma algo realmente malo debía de haber hecho yo
para que aquella “cosa” se acercara a mí.
-
Hola Dana. – saludó, mientras se colocaba a escasos centímetros de nosotros.
Jack
dirigió sus ojos hacía mí, con una socarrona sonrisa. Me quedé de piedra.
Simon
me pegó un codazo para que reaccionara.
-
Hola… Renata. – saludé con esfuerzo, mientras apretaba los dientes, con fría
cólera contenida.
Renata
tiró de la mano a Jack, acercándolo más a ella.
Puse
los ojos en blanco. ¿Por qué era tan teatrera Renata?
-
Hola Simon. – saludó, coquetamente – Os presento a Jack, acaba de llegar hace
unos días. ¡Es encantador! – lo halagó, mientras lo devoraba con los ojos.
Me
habría pegado una bofetada en la cara, a lo “palm face”, de haber
podido. O mejor, se la habría pegado a ella.
-
Nos conocíamos. – argumenté rápidamente.
Jack
me miraba fijamente. Tuve que apartar la
mirada rápidamente, porque me sentí desnuda, como si no tuviera nada para
protegerme de su mirada. Y por otro lado sentí como el rubor se extendía por mi
cuello, haciendo que me ardiera la piel.
Renata
enarcó una ceja y me miró con curiosidad.
Tuve
ganas de agarrarla del cuello, enganchar mis dedos en su piel y zarandearla como a un avestruz.
Me
contuve.
-
Bueno, Dana – prosiguió Renata – venía para invitarte a ir hoy con mis amigas y
conmigo al cine.
Abrí
los ojos como platos y dejé que mi mentón cayera inerte de mi mandíbula.
¿Renata…
invitándome… a mí… a pasar una tarde… con… sus amigas? Aquello apestaba a
trampa. Y de todas formas antes preferiría saltar por un puente.
-
Tampoco es para poner esa cara – rió Renata – también puede venir Simon, ya que
sois tan amiguitos y Jack también vendrá.
Recuperé
el habla de sopetón y sentí como si me hubiera pegado un navajazo allí mismo.
La palabra “amiguitos” la había impregnado del veneno suficiente como para
derribar a un elefante.
-
No gracias – dije, mientras intentaba controlar el tono de voz. Las sienes
comenzaron a arderme.
-
¿Por qué? – preguntó ella, fingiendo curiosidad.
-
Por cosas que no te importan. – contesté rápidamente, sin poder contener mi
lengua ni un minuto más.
-
Que modales. – comentó de pronto Jack.
Le
intenté fulminar con la mirada. Mientras mis manos se cerraban en puños.
-
Mismodalessoncosamía. – lo dije tan rápido que pareció una sola palabra.
-
Ah, ya entiendo. – dijo de pronto Renata – ¿Simon va a dar un concierto en el
local ese cerca del puerto?
¿Cómo
se habría enterado? Y otra cosa, ¡maldito karma!
-
¿Cómo se llama? – preguntó, de pronto interesado, Jack.
-
Se llama, métete en tus propios asuntos. – contesté, rápidamente.
Lo
último que quería era que apareciera una troupe de chonis como Renata y su
pandilla, acompañadas de Jack, para estropear el concierto que tanto
entusiasmaba a Simon.
-
Se llama Gran Café Rock. – contestó Renata – Aunque es un lugar bastante
aburrido.
-
Eso para la gente que no tiene gusto por la música. – dijo de pronto Simon.
Renata
parecía mirarlo con un renovado interés y sus ojos grises se posaron en la mano
que Simon había colocado sobre la mía.
Jack
pareció seguir su mirada y pegó un respingo al ver las manos entrelazadas de
Simon y la mía.
Pronto
se recobró y un pequeño músculo de la comisura de su labio tiró hacia arriba,
formando una media sonrisa.
Renata
pronto tiró de Jack para llevarlo de nuevo con su grupo. Este pareció debatirse
un instante, para luego ceder obedientemente a los deseos de aquella
marimandona.
-
Vosotros os lo perdéis… parejita. – dijo con un deje malvado en la última
palabra la muy arpía.
Pegué
dos zancadas para intentar agarrarla del cuello, tal y como había deseado, pero
Simon me sostuvo y me susurró:
-
No vale la pena.
Pero
yo seguía hirviendo de furia. Sentía mis sienes arder, el pulso atronándome
contra el cuello y, lo más curioso, las palmas de mis manos como si echaran
chispas.
-
¡Ay! – escuché de pronto tras de mí.
Me
giré rápidamente, curiosa.
-
¿Qué ocurre? – bramé, al ver a Simon mirándose las manos. Mi enfado ya no
diferenciaba con quién era que estaba cabreada.
-¡Me
has quemado! – farfulló, anonado.
Fui
tranquilizándome, lentamente y dejé de apretar mis manos, que había acabado
convirtiendo en puños.
-
Eso es absurdo. – le contradije.
-
Mira.
En
la palma de su mano había salido una pequeña ampolla trasparente que iba
inflándose rápidamente.
Me
sentí contrariada.
Decidí
no prestarle demasiada atención.
-
Debe ser porque estoy que hecho chispas. – intenté hacer una gracia.
Simon
soltó una risotada.
Sonó
de pronto la sirena que alertaba de que era el momento de entrar nuevamente en
la clase.
Ambos
nos dirigimos rápidamente hacia la entrada por la que deberíamos ir a las
clases.
Jack
podía verse a escasos metros delante de nosotros.
¡Menuda
coincidencia volver a encontrárnoslo.
Entonces
le pasó su brazo por los hombros a Renata y se dio la vuelta, con una sonrisa y
guiñándome un ojo se volvió a girar.
Sentí
la sangre helarse en mis venas y recordé con claridad sus palabras:
- Cuando quieras repetimos.
Tuve
que tragar, intentando deshacer el nudo que se había formado en mi garganta.
-----------------------------------------------------------------------------------
(Nota Aparte ~> Lamento muchísimo haber tardado tanto en subir este capítulo, pero he tenido mucho lío con el principio del instituto y me ha sido imposible hacerlo antes. Subiré también pronto la entrevista que le hice hace un tiempo a Gaby ^^ ¡Espero que os guste este capítulo!¡Se os quire muchísimo a todos!
P.D.: Comentad por favor, cualquier comentario, aunque haya veces que no me haya dado tiempo o haya tenido problemas para contestarlos me motivan muchísimo para escribir y prometo que intentaré a partir de ahora contestarlos TODOS y pediros perdón a los que no haya dado respuesta hasta ahora, pero que hay ocasiones en que decís cosas tan bonitas que no sé ni qué deciros >.< UN BESO!!! (K) <3)